12 marzo, 2008

"Fago". Carta de la viuda de Miguel Grima.

Reproduzco la carta que me llega desde el Pirineo aragonés, escrita por la viuda de Miguel Grima, el alcalde de Fago asesinado vilmente hace algo más de un año. El motivo es el estreno de un subproducto televisivo en forma de miniserie en Televisión Española, y que trata sobre este crimen. La serie, producida por "El Mundo Televisión", es un ejemplo de amarillismo repugnante, tan del gusto de esa productora y del periódico del que nace ("El Mundo". Véase el trato informativo dado a la masacre del 11M desde este grupúsculo mediático, con sus criminales, a la par que ridículas, teorías de la conspiración). A esto hay que unir las declaraciones del actor que interpreta al trasunto de Miguel Grima en la serie, Jordi Rebellón, que por lo visto, debe ser un experto sobre la personalidad de Miguel, aun sin haberlo conocido. No se puede justificar lo que es injustificable. Indignidad moral y ausencia de todo sentido ético. Así se resume la desverguenza de los medios a la hora de tratar este asunto. Imáginemos cómo condicionan nuestra opinión sobre hechos que no podemos verificar. Por suerte la familia de Miguel Grima no se arredra, como tampoco los vecinos de la zona que dieron un ejemplo de civismo y humanidad aquellos días, y que siguen dándolo. Pero escuchemos a la viuda de Miguel.
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"La sinrazón se apodera de todo. Mientras el presunto asesino que dio muerte a Miguel pretende erigirse desde las rejas en un héroe de masas, avivado por periodistas necesitados de hacer de su currículo un libro de visitas colmado de ecos mediáticos, nos enfrentamos ahora a un “Vilches” convertido en Grima caracterizando un Alcalde cacique y faltón, según él mismo manifiesta. La invasión mediática que ha cubierto la noticia, haciéndose eco de una imagen de Miguel descrita por cuatro opiniones afines a las tesis de Mainar, pretende ahora invadir la opinión publica con un juicio paralelo en el que se va a sacar una imagen de Miguel distorsionada y errática.
Y lo peor de todo es que el dolor que la muerte de Miguel nos ha causado a quienes lo conocíamos y queríamos, ahora es una anécdota, una normalidad que no se respeta y que desde luego retrata a esos medios y profesionales de la prensa que ante todo interponen el derecho de sus lectores a ser informados para su gloria profesional. Pero, ¿de qué nos informan? Acaso nos informan de las barbaries que Mainar realizó contra todo el pueblo de Fago y de cómo reaccionó éste. Acaso somos informados de cómo Mainar justifica, desde las rejas que lo acogen desde hace 13 meses, la muerte que ahora niega haber provocado.
A Mainar le ampara la presunción de inocencia y a Miguel un nicho del que solo podrá salir para descansar en sus queridas montañas una vez se dilucide su violenta muerte.
El crimen de Fago es un caso peculiar, lleno de irresponsabilidad y de avidez mediática; es un esfuerzo ímprobo por el sentido de la noticia vana, gestionado por un periodismo atroz, sin escrúpulos, que ha dado lugar, ahora, a que un actor de cierto renombre, caracterice, no a Miguel, sino a un personaje creado desde la profunda iniquia del periodismo sensacionalista que solo ha querido oír a cuatro personas. Se ha criticado que la familia y los amigos de Miguel no hayamos dicho nada; se ha criticado que no habláramos al minuto de haber conocido la muerte de Miguel, como si de una situación así debiera necesariamente colegirse un irresistible deseo de contarle al periodista de turno la opinión que nos merece la muerte de un familiar y un amigo a manos de un depravado.
El código periodístico, que administra el poder de las masas, es una recreación del aforismo popular de quien calla otorga; sin considerar porqué se calla y sin calibrar qué se otorga. Conociendo a la prensa que se interesó por el suceso, callar es y era la mejor opción, porque una vez más han dejado de manifiesto que para ellos la justicia, el dolor, la muerte y el respeto a las víctimas son términos que no tienen definición en su código deontológico.
Pero lo peor de todo es que los que vivimos con el dolor de la perpetua ausencia de Miguel, tenemos que soportar, encima, la iniquia y el insulto de los que han levantado un tótem mediático contra Miguel, justificando veladamente que su muerte tuvo un móvil alimentado por él mismo. Pero eso no extraña cuando te asomas a una sociedad que mata a sus mujeres de cuatro en cuatro, y se oyen voces diciendo: “algo habrá hecho la fémina”.
Miguel no era un cacique; le fueron colocando poco a poco las enseñas de un dictador autoritario, los mismos que ahora se callan y tanto hablaron tras su muerte. Esos que fueron escuchados por la prensa y que ya no tienen mucho más que decir. Miguel era un hombre noble y leal; apasionado y veraz hasta la exasperación. Exigía de los demás la franqueza que él defendía en todo. Y defendía con rigor el interés de los vecinos que le apoyaron en las urnas. Su respeto por la legalidad era una guía insoslayable en todos sus actos. La pasión por su pueblo y por defender a unas gentes agredidas a diario por insultos y ataques le llevo a ser apedreado, acosado y maltratado; hasta que una mente psicopática acabo con su vida. Y de la muerte de una persona se esta ahora haciendo un circo; un espectáculo mediático y televisivo que no respeta nada; ni el dolor por su muerte, ni el sentimiento de un pueblo entero que lo quería y apoyaba.
Todo lo que se ha dicho de Miguel como cacique es falso y permítanme que afirme esta cuestión con la misma acreditación que los demás afirman lo contrario, porque en este país, desgraciadamente, una mentira tres veces publicada se convierte en una incontestable verdad. Y esa incontestable verdad sobre Miguel nadie se ha preocupado de contrastar, dando crédito a quienes los apedrearon, maltrataron y vejaron. Y de eso vive la prensa, a quien reto desde aquí impliquen esfuerzo y veracidad en contrastar lo que afirmo. Aunque no espero mucho de ella.
La falta de acreditación, incluso de cómo era Miguel, ha llevado a grabar una serie de Televisión difamante, que tiene todos los ingredientes de convertirse en el enjuiciamiento de la víctima de un asesinato, cuando todavía el presunto culpable no ha sido sometido al juicio justo que presuntamente negó a quien también presuntamente dio muerte. Pero Miguel no está presuntamente muerto: Esta realmente muerto; asesinado.
El derecho a la información es hoy por hoy un derecho marchito al servicio de un interés oscuro y taimado, que sobrepasa e invade sin pudor el fuero interno de las personas. Y a través de él se alimentan centenares de almas sin rumbo, porque se les ha cercenado su capacidad de pensamiento crítico.
Mainar observa ahora, entre rejas, lo que más le hubiese gustado disfrutar en libertad: ver como juzgan a su presunta víctima; como él mismo pretendió que se hiciera cuando declaró ante la Guardia Civil su autoría.
Y el que no me crea a mí que lea a Jesús Duva, quien concede dos páginas de tirada nacional a las abstrusas declaraciones de un presunto asesino; donde justifica su declaración de autor esperando que la benemérita le conceda un indulto adelantado por la “heroicidad” que comete. (Entrevista publicada en El PAIS del domingo 1 de marzo de 2008).
Y es que solo la omnipotente acción de los medios de comunicación es capaz de conceder semejante depravado deseo. Y mucho me temo que si sigue adelante el propósito de difundir la serie televisiva prevista emitir el próximo lunes, “Vilches” se convertirá en el nuevo “verdugo” de Miguel, complaciendo así el deseo de un presunto asesino, convicto y confeso".
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