18 marzo, 2008

"ESCLAVOS DE LA LIBERTAD" de Vitali Shentalinski.

Al hilo de la entrada anterior sobre los restos mortales de Andreu Nin y la fosa de Alcalá de Henares, leyendo este libro he descubierto que el escritor ruso Boris Pilniak ( El año desnudo, Caoba) conoció a Andreu Nin, y esto fue una de las razones que esgrimieron los carniceros de la policía política soviética para detener, torturar y acusar de traidor a este grandísimo y vanguardista autor. El stalinismo no es una cosa que podamos tomar a risa porque, a diferencia del fascismo o el nazismo (monstruos del pasado), unos 1.300 millones de seres humanos siguen viviendo bajo su bota. Ahora. Por eso hago esta entrada sobre el libro (primero de su trilogía) de V. Shentalinski. Es un libro aterrador, pero que merece la pena ser leído. Negarse a conocer es una opción, más fácil, si. Allá cada cual.

De la página de Galaxia Gutenberg:



Babel, Bulgákov, Mandelshtam, Platónov o Gorki son sólo algunos de los dos mil escritores rusos que desaparecieron durante los años del terror en las grandes purgas promovidas por Stalin. Una persecución que se prolongó más allá de sus muertes, puesto que sus biografías fueron falsificadas y sus manuscritos inéditos escamoteados, lo que dejó al país sin referentes intelectuales ajenos al stalinismo.



Vitali Shentalinski aprovechó la apertura de la perestroika para urdir un plan que hasta ese momento era descabellado: enfrentarse al Partido y a la administración soviética para lograr la rehabilitación civil y artística de varios centenares de escritores represaliados, mediante la publicación de los archivos secretos del KGB.



Así, en Esclavos de la libertad -primero de los tres volúmenes que, junto con Denuncia contra Sócrates y Crimen sin castigo, conforman su trilogía sobre el tema- Shentalinski recupera los expedientes de Isaak Bábel, Pável Florenski o Borís Pilniak, al tiempo que recrea la ardua batalla de Mijaíl Bulgákov por su obra o los últimos días de Maksim Gorki. El resultado es un estremecedor viaje a las postreras horas de una decena de escritores que perecieron víctimas de un régimen de pesadilla.




De la página de El Mundo (artículo del 16 de enero de 2002):



MARIE-CLAIRE UBERQUOI.



Nacido en Siberia en 1939, Vitali Shentalinski tenía 14 años cuando murió Stalin. Recuerda muy bien aquel día, porque «fue la primera vez que vi llorar a mi padre». «Vivíamos en una aldea, donde mi padre era el jefe de una granja colectiva. Hizo llamar a todo el pueblo y la gente tenía mucho miedo porque para ellos Stalin era un dios. A nadie se le hubiese ocurrido criticarle porque los que disentían ya estaban en la cárcel. De todas maneras Stalin tuvo varias muertes y hoy todavía la agonía continúa», comenta. Poeta por vocación y periodista de oficio, Vitali Shentalinski vino a Barcelona invitado por la Fundació Caixa Catalunya para hablar de la represión de los intelectuales en la Rusia del siglo XX. Una cuestión que conoce muy de cerca, porque ha sido uno de los primeros estudiosos que pudo consultar los archivos del KGB. «En 1989 creé una comisión para recuperar la memoria de más de 3.000 escritores y poetas perseguidos por el régimen soviético. Hemos encontrado muchos manuscritos inéditos y bastantes cosas extrañas, como algunas cartas de Tolstoi y de Gorki que habían sido censuradas», explica.



En la sede del KGB en Moscú descubrió también los siniestros métodos de la policía para detener a los escritores: «Habían montado una especie de juego macabro que consistía en establecer categorías, como espías, trotskistas o malhechores; los seleccionaban en función de dicha clasificación, los interrogaban y después los fusilaban por grupos». Sus primeras investigaciones se publicaron en la revista Ogoniok y luego en el libro De los archivos del KGB, editado en España en 1994. «Ahora estoy trabajando en el tercer volumen de esta recuperación de nuestra historia cultural.El tema ha llegado a obsesionarme tanto que creí que ya no podría escribir poemas. Temí por un momento convertirme en otra víctima del KBG, pero por suerte ya he vuelto a la poesía», confiesa.




Shentalinski, que antes de la perestroika no pudo salir nunca al extranjero «no era un buen defensor de los ideales rusos», según el KGB , piensa que la cultura postsoviética vive en una suerte de caos, en el que se experimenta una gran influencia de los nuevos media y de la cultura americana. «En mi país durante años nos hicieron creer que éramos los más fuertes y de repente hemos pasado a ser unos desgraciados ante los ojos de Occidente.Ahora debemos buscar nuestro equilibrio, porque en Rusia somos como el resto del mundo, ni mejores ni peores», concluye.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La trilogía de Shentalinski es impresionante.