02 julio, 2009

"¿Qué se propone la Liga Espartaco?"


El 9 de noviembre los obreros y los soldados derrocaban el antiguo régimen en Alemania. En los campos franceses de batalla se desvanecía la sangrienta ilusión de dominación mundial del espadón prusiano. La banda de delincuentes que había prendido la hoguera universal y sumergido a Alemania en un baño de sangre estaba acabada. Engañado durante cuatro años, el pueblo había olvidado todo deber de cultura, todo sentimiento de honor y humanismo al servicio de Moloch y, tras dejarse utilizar para todo tipo de infamias, despertó de su estupor a tiempo de evitar la catástrofe.

El 9 de noviembre se sublevó el proletariado alemán, destruyendo el yugo ignominioso que le oprimía y, tras expulsar a los Honenzollem, eligió consejos de obreros y soldados.

Los Hohenzollern, sin embargo, no eran más que los comisionados de la burguesía imperialista y de la nobleza terrateniente. La verdadera culpable de la guerra mundial, así en Alemania como en Francia, en Rusia como en Inglaterra, en Europa como en América es la dominación de la burguesía. Los auténticos instigadores del genocidio son los capitalistas de todos los países. El capital internacional es el Baal insaciable en cuyas sangrientas fauces desaparecen millones y millones de. víctimas humanas palpitantes.

La guerra mundial ha planteado una alternativa a la sociedad: o prosigue el capitalismo, lo que significa nuevas guerras, así como el hundimiento inmediato en el caos y la anarquía, o se abole la explotación capitalista.

Con el fin de la guerra la dominación burguesa de clase ha perdido su razón de ser. La burguesía no está en situación de salvar a la sociedad de la catástrofe económica producida por la orgía imperialista. Se han destruido cantidades enormes de medios productivos. Han muerto millones de obreros, lo mejor y más capacitado de la cepa de la clase obrera. A los que regresan vivos al hogar les amenaza la miseria siniestra del paro; el hambre y las enfermedades amenazan con destruir las raíces de la fuerza del pueblo. La bancarrota del Estado, a consecuencia de la enormidad de las deudas de guerra, es inevitable.
 
Frente a esta confusión sangrienta y esta catástrofe amenazante, tan sólo el socialismo supone una ayuda, una solución y una salvación. Únicamente la revolución mundial del proletariado puede ordenar este caos, procurar trabajo y pan para todos, poner fin a la carnicería recíproca de los pueblos y proporcionar paz, libertad y cultura auténtica a una humanidad saludable. ¡Muera el sistema de salariado! Tal es la consigna del día. Que la cooperación sustituya al trabajo asalariado y la dominación de clase. Que los medios de producción dejen de ser monopolio de una clase y pasen a ser bien común.. Que no haya explotadores ni explotados. Que se regule la producción y la distribución dé los productos en beneficio de la comunidad. Que se abola, el modo existente de producción, la explotación y el robo, así como el comercio actual, que no es más que un engaño.

¡Trabajadores libres en régimen de cooperativo en vez de patronos y esclavos asalariados! ¡Que el trabajo no sea tormento para nadie pero sí un deber para todos!¡Que quienes cumplen su deber para con la sociedad tengan asegurada una existencia digna! ¡Que el hambre deje de ser maldición del trabajo para ser castigo de la pereza!

Solamente en esta sociedad quedarán desarraigados la servidumbre y el odio entre los pueblos. Solamente cuando esta sociedad sea realidad, el homicidio dejará de mancillar la tierra. Solamente entonces podrá decirse: esta guerra será la última.
 
En este momento, el socialismo es la única salvación de la humanidad. Por encima de una sociedad capitalista que se hunde brillan, como un recordatorio ardiente, las palabras del Manifiesto Comunista: "¡Socialismo o hundimiento en la barbarie!".





II


La realización de la sociedad socialista es la tarea más imponente que ha correspondido nunca a una clase o a una revolución en toda la historia del mundo. Esta tarea requiere una transformación completa del Estado, así como una revolución de los fundamentos económicos y sociales de la sociedad.

Esta transformación y esta revolución no las puede decretar autoridad, comisión o parlamento algunos, sino que son las masas populares quienes han de acometerlas y llevarlas a cabo.

En todas las revoluciones anteriores era siempre una pequeña minoría del pueblo la que dirigía la lucha revolucionaria, le marcaba objetivo y dirección, y utilizaba a las masas populares como instrumento, a fin de hacer triunfar sus intereses, los intereses de la minoría. La revolución socialista es la única que puede triunfar gracias a la gran mayoría de los trabajadores y representando los intereses de la gran mayoría.

A la masa del proletariado corresponde no solamente la tarea de dar objetivo y dirección claros a la revolución, sino también la de poner en práctica el socialismo de modo paulatino a través de la actividad propia.

La esencia de la sociedad socialista consiste en que la gran masa trabajadora cesa de ser una masa gobernada y pasa a vivir, en cambio, de modo autónomo, la vida política y económica, así como a orientarla con autodeterminación consciente. 

Desde el escalón más elevado del Estado hasta el municipio más diminuto, la masa proletaria tiene que sustituir a los órganos superados de la dominación burguesa de clase, esto es, el Bundesrat, los parlamentos, los consejos municipales, por sus organos propios de clase, es decir, los consejos de obreros y soldados, tiene que ocupar todos los puestos, fiscalizar todas las funciones, medir todas las necesidades estatales, según los intereses propios de clase y los objetivos socialistas. Unicamente una acción recíproca continua y vivaz entre las masas populares y sus órganos, los consejos de obreros y campesinos, puede conseguir que su actividad induzca espíritu socialista en el Estado.

De igual modo, la revolución económica únicamente puede darse como un proceso realizado en el curso de una acción proletaria de masas. Los meros decretos de las autoridades revolucionaria supremas, por sí solas, no son más que palabras hueras. Solo la clase obrera puede dar contenido a tales palabras a través de la propia acción. Los trabajadores pueden conseguir el control sobre la producción y, finalmente, la dirección real de ésta, tan sólo por medio de una lucha encarnizada y tenaz contra el ca¬pital, en cada empresa, por medio de la presión inmediata de las masas, de las huelgas, de la creación de sus órganos permanentes de representación.

Las masas proletarias tienen que dejar de ser máquinas muertas que el capitalista emplea en el proceso de producción y aprender a convertirse en directores reflexivos, libres y autónomos de tal proceso; tienen que desarrollar el sentimiento de responsabilidad de los miembros activos de la comunidad, que es la única poseedora de toda la riqueza social; tienen que desarrollar celo en el trabajo sin que sea necesario el látigo del empresario, producir al máximo sin capataces capitalistas, mostrar disciplina sin someterse a un yugo y mantener el orden sin necesidad de dominación . El idealismo más elevado en interés de la comunidad, la autodisciplina más exigente y el auténtico sentido de ciudadanía de las masas constituyen el fundamento moral de la sociedad socialista, igual que el embrutecimiento, el egoísmo y la corrupción constituyen el fundamento moral de la sociedad capitalista.

La masa obrera puede apropiarse todas estas virtudes cívicas socialistas, así como los conocimientos y aptitudes para la dirección de las empresas socialistas únicamente a través de la actuación y experiencia propias.

La socialización de la sociedad solo puede realizarse mediante la lucha dura e incansable de la masa trabajadora en su totalidad y en todos aquellos aspectos en los que el trabajo y el capital, el pueblo y la dominación burguesa de clase, se hallan enfrentados. La liberación de la clase obrera ha de ser obra de la propia clase obrera.


III

En las revoluciones burguesas el derramamiento de sangre, el terror y el asesinato político resultaban ser un arma indispensable en manos de la clase ascendente.

La revolución proletaria no precisa de terror alguno para alcanzar sus objetivos; odia y abomina del homicidio; no precisa de estos medios de lucha porque no combate contra el individuo, sino contra instituciones, y porque no alimenta ilusión ingenua ninguna cuya destrucción hubiera de vengar cruentamente. La revolución proletaria no es el intento desesperado de una minoría de modelar el mundo por la violencia según su ideal, sino la acción de la inmensa masa popular, que está llamada a cumplir su misión histórica y a convertir en realidad la necesidad histórica.

Mas al mismo tiempo, la revolución proletaria es, también, el toque de difuntos de toda servidumbre y toda opresión; por ello se alzan contra la revolución proletaria, en una lucha a vida o a muerte, todos los capitalistas, los terratenientes, los pequeñoburgueses, los oficiales, así como los beneficiarios y parásitos de la explotación y el dominio de clase.

Es una ilusión vana creer que los capitalistas han de someterse por voluntad propia a la decisión socialista de un parlamento o de una asamblea nacional y que van a renunciar pacíficamente a la propiedad, al lucro ya los privilegios de la explotación. Todas las clases dominantes han combatido siempre con la máxima energía hasta el último momento para defender sus privilegios; los patricios romanos, como los barones feudales de la Edad Media, los caballeros ingleses igual que los esclavistas norteamericanos, los boyardos valacos como los fabricantes de seda lioneses, todos ellos han derramado ríos de sangre y, para defender sus privilegios y su poder, no les han importado los cadáveres, llegando hasta el asesinato y el incendio e, incluso, provocando guerras civiles o cometiendo alta traición.

  En su condición de último brote de la clase explotadora, la clase capitalista imperialista supera la brutalidad, el cinismo descarado y la infamia de todas sus predecesoras. Esta clase defenderá lo que le es más sagrado, su beneficio económico y el privilegio de la explotación, con uñas y dientes y con aquellos métodos de maldad calculada que .ha puesto en práctica a lo largo de toda la historia colonial y en la última guerra mundial. Agitará viento y marea contra el proletariado; movilizará al campesinado contra las ciudades, incitará a los sectores trabajadores más retrasados contra la vanguardia socialista, organizará, matanzas por medio de los oficiales del ejército, tratará de bloquear toda medida socialista por medio de mil formas de resistencia pasiva, azuzará a veinte Vendées contra la revolución, llamará al enemigo exterior, al acero asesino de Clemenceau, Lloyd George y Wilson en calidad de salvadores y, antes que renunciar voluntariamente a la esclavitud asalariada, preferirá transformar el país en un montón de ruinas humeantes.

Esta resistencia sé ha de quebrar paulatinamente, con puño de hierro y energía despiadada. A la violencia de la contrarrevolución burguesa ha de contraponerse la violencia revolucionaria del proletariado; a los combates, intrigas y maquinaciones de la burguesía, la claridad inflexible de objetivos, la vigilancia y la actividad siempre presta de la masa proletaria; a los peligros "amenazantes de la contrarrevolución, el armamento del pueblo y el desarme de las clases dominantes; a las maniobras de obstrucción parlamentaria de la burguesía, la organización activa de las masas de trabajadores y soldados; a la ubicuidad y los mil medios de poder de la sociedad burguesa, el poder concentrado, comprimido y elevado al máximo de la clase obrera. El frente unido de la totalidad del proletariado alemán, del proletariado del norte con el del sur de Alemania, del proletariado urbano con el campesino, de los trabajadores con los soldados, el contacto espiritual viviente de la revolución alemana con la Internacional, la conversión de la revolución alemana en revolución mundial del proletariado, constituirá el cimiento granítico sobre el que se podrá levantar el edificio del futuro.

La lucha por el socialismo es la guerra civil más violenta que ha conocido la historia mundial, y la revolución proletaria tiene que procurarse el armamento necesario para esta guerra civil, tiene que aprender a utilizarlo, en las luchas y en las victorias.

Este aprestar a las masas obreras unidas con todo el poder necesario para realizar las tareas de la revolución es en lo que consiste la dictadura del proletariado y, por ello, la democracia auténtica. Esta no se encuentra allí dónde el esclavo asalariado se sienta junto al capitalista y el proletario agrícola junto al terrate¬niente en fementida igualdad, a fin de debatir parlamentariamente sus cuestiones vitales; la democracia que no es un engaño popular aparece cuando los millones de proletarios toman todo el poder estatal en sus manos callosas, para, igual que el dios Thor con su martillo, aplastar la cabeza de las clases dominantes.


Al objeto de posibilitar al proletariado la realización de estas tareas, la Liga Espartaco exige:

I. Medidas inmediatas para el afianzamiento de la revolución:

1. Desarme de toda la policía, de todos los oficiales del ejército, así como de los soldados que no son proletarios; desarme de todos los pertenecientes a las clases dominantes.

2. Confiscación de todos los depósitos de armas y municiones, así como de las fábricas de armas, por medio de los consejos de obreros y soldados.

3. Creación de una milicia obrera por medio del armamento de la totalidad de la población proletaria adulta y masculina. Creación de una Guardia Roja, compuesta por proletarios, como parte activa de la milicia para la defensa, permanente de la revolución frente a los ataques y maquinaciones contrarrevolucionarios.

4. Abolición de la potestad de mando de los oficiales y suboficiales. Sustitución de la obediencia servil militar por la disciplina voluntaria de los soldados. Elección de todos los superiores por parte de la tropa, con derecho permanente de revocación. Abolición de la jurisdicción militar.

5. Expulsión de los oficiales y capitulacionistas de todos los consejos de soldados.

6. Sustitución de todos los órganos y autoridades políticas del antiguo régimen por delegados de los consejos obreros y de soldados.

7. Institución de un tribunal revolucionario, ante el cual han de comparecer los culpables principales de la guerra y de su prolongación, los dos Hohenzollern, Ludendorffs Hindenburg, Titpitz y otros delincuentes, así como todos los conspiradores contrarrevolucionarios.

8. Incautación inmediata de todos los víveres, a fin de garantizar la nutrición del pueblo.

II. En la esfera política y social:

1. Abolición de todos los Estados independientes; creación de una república alemana socialista y unitaria.

2. Supresión de todos los parlamentos y consejos municipales y transmisión de sus funciones a los consejos de obreros y soldados, así como a sus comités y otros órganos.

3. Elección de consejos de obreros en toda Alemania y por empresas con participación de toda la clase trabajadora adulta de ambos sexos en la ciudad y en el campo. Elecciones, también, de consejos de soldados, con participación de la tropa y exclusión de los oficiales y capitulacionistas. Derecho de los obreros y los soldados a revocar en todo momento a sus representantes.

4. Elecciones en todo el imperio de delegados de los consejos de obreros y soldados para el Consejo Central de consejos de obreros y campesinos que, a su vez, ha de elegir al Consejo Central. Ejecutivo, como órgano superior del poder legislativo y ejecutivo.

5. Reunión del Consejo Central provisionalmente una vez cada tres meses por lo menos -con renovación de los delegados cada una de ellas- con el fin de ejercer un control permanente sobre la actividad del Consejo Ejecutivo y dé crear un contacto vivo entre la masa de los consejos de obreros y soldados en la nación y su órgano supremo de gobierno. Derecho de los consejos locales de obreros y soldados a revocar y sustituir en todo momento a sus representantes en el Consejo Central, en el caso de que no actúen de acuerdo con el mandato de los electores. Derecho del Consejo Ejecutivo a nombrar y deponer a los diputados del pueblo, así como a las autoridades centrales del imperio y a los funcionarios.

6. Abolición de todas las diferencias estamentales, de las órdenes y de los títulos. Igualación jurídica y social completa de los sexos.

7. Legislación social perentoria. Reducción de la jornada laboral con el fin de regular el paro y en consideración al debilitamiento físico de la clase obrera durante la guerra mundial; jornada laboral máxima de seis horas.

8. Reorganización fundamental inmediata del sistema de alimentación, de la vivienda, la sanidad y la educación, en el sentido y espíritu de la revolución-proletaria.

III. Reivindicaciones económicas inmediatas:

1. Confiscación, en beneficio de la comunidad, de la fortuna y las rentas de la casa real.

2. Anulación de la deuda del Estado y otras deudas públicas, así como de todos los préstamos de guerra, con excepción de las suscripciones desde cierta cantidad, que determinara el Consejo Central de los consejos de obreros y soldados.

3. Expropiación de la tierra de todas las explotaciones agríco¬las medias y grandes; creación de cooperativas agrícolas socialistas bajo dirección central unificada en todo el imperio; las pequeñas explotaciones agrícolas permanecerán en poder de sus propietarios hasta que éstos ingresen voluntariamente en las cooperativas socialistas.

4. Expropiación, por parte del poder republicano de los consejos, de todos los bancos, minas, fundiciones y todas las grandes empresas en la industria y el comercio.

5. Confiscación de todas las fortunas a partir de un cierto volumen, que el Consejo Central habrá de determinar.

6. Incautación, por parte del poder republicano de los consejos, de la totalidad del transporte público.

7. Elección de consejos de empresa en todas las empresas, que, de acuerdo con los consejos de obreros, habrán de regular los asuntos internos de la empresa, determinar las condiciones de trabajo, fiscalizar la producción y, finalmente, encargarse de la dirección de la empresa.

8. Establecimiento de una comisión central de huelga que, en relación continua con los consejos de empresa, proporcione al movimiento huelguístico incipiente en todo el imperio una direc¬ción unitaria, una orientación socialista y el apoyo más poderoso por parte del poder político de los consejos de obreros y soldados.

IV. Tareas internacionales:

Establecimiento inmediato de contactos con los partidos hermanos del extranjero, a fin de dar una base internacional a la revolución socialista y de configurar y afianzar la paz por medio de la fraternidad internacional y la sublevación revolucionaria del proletariado mundial.

V. ¡Esto es lo que se propone la Liga Espartaco!

Y por proponérselo, por ser el heraldo, el acicate y la conciencia socialista de la revolución, la Liga se ha ganado el odio, la persecución y la calumnia de todos Tos enemigos de la revolución, los públicos y los secretos.  

¡Crucificadlos! gritan los capitalistas, temblando por sus cajas de caudales.  

¡Crucificadlos! claman los pequeñoburgueses, los oficiales, los antisemitas, los lacayos de la prensa de la burguesía, temerosos por sus garbanzos.

¡Crucificadlos!, claman los Scheidemann que, como Judas Iscariote, han vendido a los trabajadoras a la burguesía; y temen perder los denarios de su poder político.  

¡Crucificadlos!, repiten como un eco sectores engañados, burlados y manipulados de la clase obrera y de la tropa que no saben que, cuando se enfurecen contra la Liga Espartaco, se enfurecen contra su propia carne y su propia sangre.

En el odio y en la calumnia contra la Liga Espartaco se unen todos los elementos contrarrevolucionarios, antipopulares, antisocialistas, turbios, oscurantistas y tenebrosos. Así se atestigua que en la Liga late el corazón de la revolución y que el futuro le pertenece.  

La Liga Espartaco no es un partido que pretenda alcanzar el poder por encima o a través de las masas trabajadoras.  

La Liga Espartaco es únicamente la parte más consecuente del proletariado, que, en cada momento señala a las masas amplias de la clase obrera sus tareas históricas y que cada estadio particular de la revolución defiende el fin último socialista, igual que las cuestiones nacionales defiende los intereses de la Revolución mundial.  

La Liga Espartaco se niega a compartir el poder del gobierno con los cómplices de la burguesía, con los Scheidemann y los Ebert, por considerar que tal colaboración es una traición a los fundamentos del socialismo, un fortalecimiento de la contrarrevolución y una paralización de la revolución.

La Liga Espartaco se negará asimismo a entrar en el gobierno tan sólo porque los Scheidemann-Ebert hayan arruinado la economía, y los independientes, a causa de su colaboracionismo, se encuentren en un callejón sin salida.

La Liga Espartaco únicamente tomará el poder cuando ello se derive de la voluntad clara y explícita de la gran mayoría del proletariado en toda Alemania, esto es, únicamente como resultado de la aprobación consciente por parte del proletariado de los criterios, los objetivos y los métodos de lucha de la Liga Espartaco. La revolución tan solo puede alcanzar claridad y madurez completas de un modo paulatino, a lo largo del camino del Calvario de las experiencias amargas, las derrotas y las victorias.

La victoria dé la Liga Espartaco no es el comienzo, sino el fin la revolución y coincide con la victoria de los millones de proletarios socialistas.

¡Adelante, proletarios! ¡A la lucha! Hay que conquistar un mundo y luchar contra otro. En esta última lucha de clases de la historia mundial en torno a los objetivos más elevados de la humanidad cabe aplicar al enemigo aquella frase de: ¡Mano al cuello y rodilla al pecho!

La Liga Espartaco.

Panfleto sin pie de imprenta, ni fecha de impresión (Berlín, 1918).


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