27 octubre, 2007

Manifiesto de Socialismo Libertario sobre Cañada Real.

CONTRA LOS DESALOJOS RACISTAS Y LAS AGRESIONES A LA POBLACIÓN DE LA CAÑADA REAL. POR LA CONVIVENCIA EN PAZ Y EN LA DIVERSIDAD.
En tiempos de “memoria histórica” no estaría mal que mirásemos atrás, no muy lejos, 30 o 40 años y rememorásemos los tiempos de la inmigración interna, los barrios de chabolas que los trabajadores construían alrededor de los centros urbanos, abandonados por todas las instituciones y el gobierno. Así se construyeron barrios tan madrileños como Vallecas, Orcasitas, El pozo del tío Raimundo, etc. Igual ocurrió en todas las grandes ciudades de este país. Los trabajadores, los vecinos tuvieron que luchar por vivir dignamente y legalizar su situación. Las asociaciones de vecinos tuvieron un rol importante en las luchas por vivir dignamente y porque fuera reconocido su derecho a las casas construidas con sus manos y con los pocos recursos que tenían.
Ahora, otro tipo de inmigración llega a las grandes metrópolis como hace cuatro décadas llegaban extremeños, castellanos, andaluces…y se unen a muchos habitantes nacidos aquí y que pueblan la Cañada Real. Una cañada que se extiende 15 km. y que cuenta como mínimo con 30.000 habitantes, más poblada que muchas ciudades de este país. En algunos tramos de esta cañada, por ejemplo Coslada, la situación hace años que está legalizada y bonitas casas se erigen como parte del municipio. Hay partes de la Cañada “ilegal” que han sido utilizadas para la construcción de pisos y piscinas municipales por el ayuntamiento de IU de Rivas Vaciamadrid, por ejemplo, pegadísimas al sector V de la Cañada la Galiana, donde han ocurrido los hechos. Aquí se asientan marroquíes, españoles (payos y gitanos) en armónica convivencia. Muchas de estas vecinas y vecinos llevan 20 años conviviendo en Rivas, comprando en sus tiendas, acudiendo a las escuelas,…
A lo largo de la Cañada Real hay también tramos muy conflictivos: degradación social, delincuencia y drogadicción que repercuten comprensiblemente en la convivencia de todos. No es esta la situación del sector V ni de gran parte de la Cañada donde conviven pacíficamente diferentes etnias y culturas, donde se colabora y se vive en común, donde la vida que llevan, luchando por poder comprar los terrenos y legalizar la situación, por dignificar sus condiciones materiales y existenciales, se parece a la vida de los pueblos, a las comunidades pequeñas, de Marruecos, de España, donde es posible reconocerse y saludarse por la mañana. Muchas de las personas que habitan la Cañada Real, sobre todo los autóctonos nacidos aquí, han elegido, primero por necesidad, después por vocación, vivir de una manera diferente. Con humildes materiales han edificado sus casas, a la medida de sus gustos y posibilidades. Pagan tasas de contribución, y las cantidades de luz y agua están depositadas en los juzgados.
No ha sido en los lugares degradados y conflictivos –y hubiera sido de todas maneras repudiable la agresión– donde han intervenido gobierno central, Comunidad y Ayuntamiento de Madrid, jueces y policías. No casualmente los vecinos y vecinas del sector V califican este desalojo de racista, pues es más fácil golpear al “extranjero” con el caldo de cultivo del racismo que hay en este país. Y así lo han entendido las personas que se han movilizado en rechazo a la agresión, en Marruecos, Francia, Holanda… y será así esperemos en las próximas movilizaciones que están convocadas en Madrid.
El 18 de octubre un mandato judicial ordenó el derribo de la casa de Abdul y Fátima, un joven matrimonio con dos hijos pequeños originarios de Marruecos. Las mujeres y los niños de la Cañada, españoles, marroquíes, gitanos, opusieron resistencia pasiva al desalojo, y la brutalidad con la que fueron golpeadas y humilladas provocó que los hombres, previamente apartados, salieran en su defensa. Piedras contra balas y botes de humo, piedras para defenderse, que a todos nos recordó otros lugares del mundo, como Palestina, y una sola bombona de butano, una excepción que ha sido la justificación de la saña con la que se está respondiendo. Una bombona que golpeó a un policía y obligó su traslado urgente al hospital. No nos alegramos en absoluto, pero no se mide con el mismo rasero las agresiones a los vecinos: un joven ha perdido un ojo mientras bebía agua en la casa de una vecina –por supuesto la policía desmiente esto y acusa al joven de robarles la pistola–; una mujer embarazada ha abortado y otra ha parido prematuramente; niños con el brazo en cabestrillo y asustados. Hematomas y agresiones visibles en los cuerpos de las mujeres.
La brutal agresión se ha desencadenado ante la resistencia pasiva de mujeres, niños y niñas. No se lo esperaban. Ha sido la unidad con la que todos los vecinos han defendido la vivienda, la determinación y la no sumisión, lo que ha enfurecido a las autoridades. No estaban frente a narcotraficantes o delincuentes peligrosos, sino ante gente normal que no tenía nada con que defenderse –porque han sido atacados, vapuleados, insultados– excepto las piedras de sus calles sin asfalto, y que estaban resistiendo pacífica y pasivamente al derribo de una vivienda. Se esté más o menos de acuerdo, no puede ignorarse la brutalidad con la que han actuado las fuerzas policiales y antidisturbios y encontrar las razones. Y sobre todo solidarizarse contra el acoso policial al que están siendo sometidos: controles, detenciones, etc.
En los sucesos de la Cañada Real, hemos podido ver claramente la unidad de fondo de todos los políticos: desde el PSOE, a IU pasando por el PP, todos han sido artífices de esta agresión, todos destilando su naturaleza racista y opresora. Solo hay que escuchar las declaraciones del Alcalde de Rivas, de IU, que ha recordado que son años los que llevan pidiendo el desalojo. Tampoco es casual el proyecto de urbanización de lujo cerca del sector V. Lamentablemente la política, la inquina y el racismo pueden verse también en las poblaciones y corremos el riesgo de que la Cañada Real se convierta en un nuevo El Ejido. Pero quizá la posibilidad de mirar las cosas no desde los criterios opresivos de los Estados, de la brutalidad de la “fuerza” de la Ley, sino desde los corazones de todas las personas de bien, desde la unidad de nuestros sueños para vivir en paz y en la diversidad como seres humanos sea cual sea nuestro origen, nuestra manera de vivir y convivir, nos puede enriquecer. Nos puede enriquecer como personas si sabemos solidarizarnos, acomunarnos por la convivencia en la diversidad, contra la intolerancia de la ley de los Estados y la burguesía, contra la lacra del racismo, contra la delincuencia y el narcotráfico. Y para esto podemos apoyarnos en la solidaridad y cooperación que han demostrado los vecinos de la Cañada Real, edificando una nueva casa, ofreciendo lo necesario para vivir, desde una estufa hasta una manta, enseres sepultados en los escombros de un derribo. Podemos apoyarnos en la tenacidad con la que buscan legalizar su situación, en el coraje con el cual defienden su dignidad.
La Cañada Real ha dejado de ser portada de los periódicos y principal noticia de los telediarios, pero la situación está muy lejos de haberse calmado. Control y represión policial, detenciones, procesos judiciales, riesgos de desahucio, amenazas racistas y de expulsión, están a la orden del día. Es una situación de emergencia que nos exige una solidaridad autoorganizada y una colaboración con las asociaciones de la Cañada en esta lucha, y en la defensa de sus habitantes. Es importante además hacer llegar la verdad de lo ocurrido y lo que ocurre a todo el Estado. Por esto, Socialismo Libertario llama a participar en todas las iniciativas de solidaridad y unirse a su lucha. Es una elección ética de posicionamiento al lado de los que sufren, resisten y buscan una vida mejor.
Madrid, 24 de octubre de 2007

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