20 agosto, 2008

Expo Zaragoza 2008. Una interpretación interesante.

Columna de José Luis Trasobares en "El Periódico de Aragón" del 14/08/2008 .


Glorioso

"Con setenta mil personas entrando por sus puertas cada día, la Expo se consagra como el gran éxito de la iniciativa pública en estos últimos treinta años. Hasta la fecha, la Zaragoza democrática podía exhibir dos logros importantes: un desarrollo urbanístico tan caótico como el de cualquier gran ciudad que se precie... e incluso más, y unas fiestas mayores en las que la combinación del estilo urbano con el ramalazo rural de nuestra idiosincrasia ciudadana consigue apoteosis multitudinarias. Ahora tenemos la Exposición Internacional, donde veranean miles de zaragozanos y sus amigos y parientes desplazados ex profeso. Esa mezcla de feria turística, parque de atracciones y exhibición de arquitectura emblemática, trufada de conciencia medioambiental y marcheta nocturna, es un pelotazo sólo comparable, si acaso, al que obtuvo la remodelación de la plaza del Pilar y aledaños cuando González Triviño se puso al borde de la mayoría absoluta (y eso que ya andaba medio corroído por las dudas ajenas)".


"En la Expo no hay demasiados guiris (aunque llegan algunos en los viajes relámpago desde la Costa Dorada) y los organizadores llevan meses confundiendo el número de visitas con el de visitantes para que al final se cumplan las previsiones. Pero cada vez está más claro que quienes han cortado este bacalao nunca pretendieron alcanzar la fama internacional, sino dejar boquiabierta a la parroquia electoral correspondiente, a los de casa. Y eso lo han logrado, por más que los exigentes esperásemos mucho más del 2008 o que los más alternativos y radicales estuvieran desde el principio en contra de este festival".


"Por las mañanas, las paradas de autobús en las líneas que llevan a la Expo están abarrotadas. Reina entre el gentío un ambiente playero, tipo Salou. Al personal casi todo le parece bien, trátese de puentes, pabellones, torres, parques y chirimbolos. Zaragoza está más guapa y moderna. Y en Ranillas no cabe ni un alma más. O sea, que la ausencia de extranjeros no es un fracaso sino un logro. Nos hubiesen estorbado una barbaridad".

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