02 julio, 2007

4 días que conmovieron a la sociedad.


Escribo esta entrada con el fin de recordar y reflexionar sobre lo que somos capaces de hacer, tanto en lo bueno como en lo malo, como especie humana. Ayer leí dos noticias. Una habla de la alerta antiterrorista en Gran Bretaña ante los ataques de Al Qaeda. La otra es la matanza de decenas de civiles perpetrada por la OTAN en Afganistán en el bombardeo de una aldea donde se refugiaron un grupo de talibanes. En nuestro país sabemos lo que es sufrir la violencia de los poderes opresivos, los gobiernos, las dictaduras, los terrorismos. Tanto el sistema político global que dicta a su antojo los destinos de nuestras vidas, como el terrorismo, que pretende hacerlo en base a las mismas lógicas, son dos manifestaciones de la misma dimensión: la política. La política es un concentrado de violencia que no puede dar respuestas a nuestra aspiraciones como seres humanos mas que a través de la violencia, la mentira y la dominación de unas minorías que tratan de dirigir el destino de las mayorías, que somos la gente normal, las personas que tratamos de vivir sin hacer daño a nadie. Por ello reproduzco el artículo de A. C. sobre lo acontecido alrededor del 11M, por su sentido y esperanzador enfoque. Lo reproduzco sin permiso, pero estoy seguro de que eso no es problema, dado que la lecura de este texto buscaba una apertura de diálogo con todas las personas. Espero que os guste, y que lo leais con tranquilidad. Os agradecería que me dejarais comentarios con vuestra opinión. Un abrazo.



El jueves 11 de marzo a horas muy tempranas de la mañana, las bombas repartidas en los vagones de varios trenes de cercanías explosionaban ocasionando 202 víctimas y 1800 heridos, muchos de ellos muy graves. El atentado terrorista iba dirigido a la sociedad civil y a provocar el mayor número de víctimas posible. El lugar elegido, la hora señalada, no ha dejado dudas sobre el salvaje y transparente objetivo perseguido: matar masivamente, aterrorizar y amordazar a la sociedad. El Pozo, Santa Eugenia y la confluencias con Atocha, son poblaciones populares, periféricas de Madrid donde confluyen otros muchos trenes de poblaciones colindantes, utilizados por trabajadores y estudiantes que todos los días se dirigen a los centros urbanos de Madrid. En estas poblaciones periféricas se concentran también numerosas comunidades de inmigrantes: rumanos, senegaleses, polacos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, búlgaros... hasta 16 nacionalidades diferentes que han sido también golpeadas junto a las españolas en este día fatídico. La secuencia de las explosiones, escalonadas con fría precisión, ha rematado a muchos heridos y asesinados a decenas que se aprestaban a ayudar a los heridos. El retraso de uno de los trenes con una gran carga de explosivos preparada para explosionar en el interior de la propia estación ha evitado una masacre mayor. Esta vez no había ningún “símbolo”, ningún “objetivo estratégico” en el ojo de mira del terrorismo. Simple y llanamente la población civil, sus sectores más populares, los más indefensos, los objetivos más “fáciles”, lo más canalla.

Mientras el gobierno se aprestaba de inmediato a sacar rédito político de los atentados adjudicando su autoría a ETA –el gobierno de Aznar ha volcado toda su campaña electoral en la Unidad española y la lucha contra ETA- y preparaba la convocatoria a una manifestación bajo el slogan: “con las víctimas, con la constitución, por la derrota del terrorismo”, miles de madrileños, catalanes, vascos...cubrían en dos horas las exigencias de donaciones de sangre y cientos de voluntarios anónimos acudían a ayudar en los lugares del atentado. La impotencia hacía verter lágrimas a los voluntarios espontáneos, a bomberos y policías municipales mientras desarrollaban una frenética evacuación de los heridos. Los taxis se agolpaban para suplir a las ambulancias y la red de amigos y familiares se conectaba para saber de sus gentes queridas. El resto de la ciudad discurría silenciosa. Un silencio de dolor, de necesidad de pensar, de no precipitarse contrastaba con las huecas palabras de los políticos y mandamases que aseguraban “ejercer todo el peso de la ley para detener a los criminales” y pretendían tranquilizar a la población, apuntalando el Estado democrático, reforzando y ampliando a las fuerzas de seguridad y de orden. Nunca fueron tan vacías e hipócritas estas palabras porque la realidad saltaba a la vista: El estado, sus fuerzas de orden, su aparato judicial y policial no habían sido capaces de prever, evitar, frenar esta masacre.

Mientras los ecos del poder, todos los informativos y periódicos insistían en la autoría de ETA, y calificaban de miserables cualquier otra hipótesis esgrimida, a la población poco le importaba en ese momento quienes de los terroristas habían sido, se estaba ocupando en llamar a todos los amigos, a los conocidos, se llenaban de flores y de velas encendidas los lugares del atentado, se improvisaban poesías, notas, cartas...tanta era la necesidad de expresar, de comunicar la solidaridad. La mayoría de estas anónimas cartas pegadas a la pared, en los muros de las estaciones, en los ramos de las flores rezaban: no estáis solos, todos somos las víctimas, todos estamos juntos. Un sentimiento contenido cerraba las gargantas, no se hablaba, casi no se respiraba, era sofocante estar solos. Es sabido que en las tragedias a menor o mayor escala, es aconsejable sacar el dolor, comunicar, abrir el corazón. Y se abrió.
Nunca ha sido tan poco importante quien convoca y bajo que consignas, como en las manifestaciones del viernes 12. Once millones y medio de personas salieron a las calles, en todas las ciudades, en todos los pueblos. Era una necesidad vital y también la oportunidad de mostrar una solidaridad sin paliativos y de estar juntos. Así lo sentíamos todos, así escuchamos que se decía. Ante la tragedia, por lo menos juntos. Significativamente lo menos destacado era el sentimiento de miedo y de parálisis. Se tiene menos miedo cuando somos muchos.

Las sociedades españolas se volcaron de tal manera que dejaron en entredicho y cuestionaron profundamente, el antagonismo de las nacionalidades alimentado por los juegos políticos: la diferencia está en ellos, en sus objetivos estatales, políticos y económicos y en el jugo partidista que sacan de ellos. En las sociedades españolas las pintadas y gritos de “todos somos madrileños” aunadas por vascos, catalanes, andaluces, aragoneses, gallegos...mostraba seguramente otra manera de convivir y de sentirse parte. La sensación de estar siendo manipulados, de ser objeto de cálculo político, las mentiras esgrimidas por el gobierno, se acumularon en denuncias y exigencias en las densas horas transcurridas desde los atentados, expresándose en la mayoría de los lugares con una oposición a las guerras y el terrorismo, por la paz, por el sentimiento de cercanía con las víctimas de otros lugares como Iraq. De manera espontánea, imprevista, se extrajeron conclusiones, y se recordaron manifestaciones como las realizadas poco tiempo antes contra la guerra. La denuncia al gobierno, justo a dos días de las elecciones, se hizo por canales diferentes a la política y de hecho, los resultados electorales tuvieron más que ver con una sociedad movilizada, que también vota, -dando un revés sin precedentes a un gobierno, que hasta ayer gobernaba con mayoría absoluta y que hoy, ha perdido las elecciones- que con el tan proclamado ejercicio democrático de las elecciones. Esto era patente hasta en la “jornada de reflexión electoral” que la sociedad hizo a su manera. Ante la manipulación, la mentira y la amenaza –el candidato por el PP, Mariano Rajoy, salió a increpar a los manifestantes del sábado, que en las principales ciudades acudieron a las sedes del PP a reclamar la verdad- se revolvió. El proceder del gobierno y el silencio de los restantes candidatos, tuvieron el efecto contrario. No funcionan las amenazas en la sociedad de este país. Otra vez más, los móviles se activaron para convocar de uno a uno a las manifestaciones espontáneas y la jornada de reflexión cayó por si misma.

Inmediatamente después de la contienda electoral, todos los políticos y sus medios, casi extrañados, hablaban del impecable comportamiento de la sociedad civil, reflejando, en su perplejidad, lo alejados que están de la misma y lo incapaces que son de conocer e interpretar a los que pretenden gobernar. Y también, lo equivocados que están si quieren interpretar los cuatro días que conmovieron a la sociedad, con parámetros políticos. Iguales parámetros han dejado a la izquierda extraparlamentaria, en este país y fundamentalmente en Madrid, en la hecatombe, incapaces también ellos, de ver más allá de los dictados y análisis políticos. Separados de un sentimiento humanitario que no comprenden y hasta rechazan, portavoces de las loas a la “resistencia” terrorista, reaccionaria y fascista, como la de Iraq; defensores a ultranza de regímenes dictatoriales, como Cuba,... toda esta gente, ha debido sentir la misma incomprensión, el mismo gusto amargo de la soledad. Muchos de estos grupos, impregnados de política, envenados de ambiciones de poderes, se han separado de la gente, han llamado a boicotear las manifestaciones –dejando sin voces diferentes a las gentes al menos en Madrid- o a votar, como solución mágica a sus problemas. El comportamiento de esta extrema izquierda, en el epicentro mismo de la tragedia, es significativo de la debacle, teórica, práctica y humana. No hay tragedia y sufrimiento humano, no hay respuesta e iniciativa social, que les haga cuestionarse sus obsoletos presupuestos. Valoraran más los resultados electorales –sin comprender las motivaciones más de fondo- que lo que la sociedad ya ha expresado como alteridad a un modo, un estilo, una concepción del vivir y convivir.

Lo cierto es que empíricamente –y es muy importante que se haga conscientemente para que continúe- todo lo ocurrido en estos cuatro días –tiempo electoral, fiesta de la democracia para los Estados- representa un varapalo a la política, a su juegos de intereses, a sus medios justificados en los fines, a la mentira, la manipulación, la frialdad, la hipocresía, y al Estado. Un Estado, cualquiera sea, que tiene el poder, como cualquier estado, de declarar la paz y la guerra, independientemente de lo que piensen sus poblaciones y cuyas consecuencias –y esto es un hecho cada vez más recurrente- las pagan indiscutiblemente las mismas poblaciones que se oponen y las poblaciones civiles a las que se arremete. La guerra llama a la guerra y los engendros terroristas que se conciben –la resistencia iraquí, el terrorismo islámicos, ETA...- son hijos y parte de la misma lógica.

Este hecho ha llegado a las conciencias de la gentes por medio de una constatación trágica. El atentado terrorista a las torres gemelas se contestó con una guerra dirigida por EEUU. La guerra ha ocasionado el aumento del terrorismo. El atentado en Madrid, el más grande ataque a una capital europea desde la posguerra repercutirá en los sentimientos, temores y reacciones de las poblaciones mundiales. Todos los gobiernos de las metrópolis imperialistas se aprestan a responder a las amenazas terroristas, incrementando sus medias represivas, aumentando sus efectivos policiales y militares, endureciendo las leyes de extranjería . No podemos esperar otra cosa de los Estados y sus instituciones, cualesquiera que sea el signo de sus gobiernos. Como ha hecho el gobierno de Aznar utilizarán todos los medios a su alcance para distorsionar la realidad, justificar lo injustificable, defender el Estado y las instituciones ante cualquier reacción de autoorganización y autodeterminación. Es lo que mas temen y en consecuencia, lo que más tratan de evitar y obstaculizar. En las reacciones de las sociedades españolas ha empezado a vislumbrarse una cuestión fundamental: la importancia de la gente. Lo hemos escuchado con emoción en los testimonios, con los amigos, con los conocidos: tenemos algo que decir, que expresar, que ofrecer. No es cierto que no podamos hacer nada, no es cierto que la gente común, la gente de a pié, no tengamos recursos y capacidades de crear algo completamente distinto a los poderes que dominan. Todo esto no es indiferente de la insurgencia pacifista –como la caracterizó Dario Renzi en una editorial de Letras de Utopía- y de las esperanzas en una humanidad autoconsciente de sus posibilidades –como se expresó claramente en el manifiesto por la comuna de las mujeres y de los hombres-. Las movilizaciones contra la guerra y por la paz, han dejado huellas profundas en las gentes. Hoy más que nunca debemos “continuar” hablándonos, dialogando y construyendo valores y parámetros de convivencia, de comunión entre las gentes, individual y colectivamente.

Pero además, la solidaridad de las gentes en todo el mundo. Los ojos estaban en Madrid y Madrid miraba al mundo agradeciendo e identificándose con las muestras de afecto. A cuatro días de los hechos, todavía Madrid y el resto de las ciudades de este país, y del mundo estamos estremecidos. Todavía no se han vertido todas las lágrimas, todavía no se ha metabolizado plenamente esta tragedia y sin embargo, hoy más que nunca necesitamos comprender más en profundidad y reaccionar con el sentimiento y el pensamiento en una búsqueda certera de alteridad a toda lógica de guerra y de terror. Hoy más que nunca no podemos dejar nuestra vida y la de nuestros semejantes en manos de los Estados, de los grupos de supuesta “liberación”, en estamentos antagónicos a una libre autodeterminación y búsqueda de paz y armonía entre los pueblos, que no puede ser “delegada, “otorgada”, “cedida”, sino conquistada paso a paso individual y colectivamente.

Es posible que lo acontecido en estos días pueda germinar en un sentimiento, comprendido y generalizado, que se hace pensamiento y realización de lo que nos acomuna como seres humanos y así, apoyarnos en lo mejor de cada uno, infinita solidaridad, altruismo, generosidad, lucha contra la injusticia, rebeldía. En estos momentos hemos entrevisto todo esto. Precisamente en la tragedia, sólo los estamentos políticos hablaban de venganza, de resultados inmediatos, de repetición a escalas diferentes de varios tipos de horror. La sociedad civil, los supervivientes, los amigos y familiares han hablado con otro tono, con otra ética y moral.

Con ellos y ellas hemos estado las mujeres y hombres de Socialismo Libertario y de Utopía Socialista en el estado español. Son ellos nuestro punto de partida, y con ellos nos comprometemos.

A. C.

Adjunto al Boletín de Marzo de 2004 de Socialismo Libertario.
Este fue la editorial del número 10 de Utopía Socialista en italiano.

4 comentarios:

Guirlache dijo...

Recuerdo esos días como si fuera hoy. Fue todo tan macabro que parecía una pesadilla, algo que no podía estar sucediendo...

Anónimo dijo...

Macabro y esperpéntico; y sigue siendo así, por interés de unos y desconocimiento de otros.

Me ha parecido un texto muy bien escrito, pero sólo muestra una parte de lo que algunas personas sintieron y/o mostraron. Una verdad parcial que no resume lo que en verdad pasó ni lo que sigue ocurriendo.

Bueno, como casi cualquier texto... como éste mismo.

Cuando la gente carece de pruebas, tiende a inventárselas o a rellenar los huecos de una u otra forma... Tan sólo pienso en "voz alta".

Siempre habrá quien ceda, gustosamente, su propia voz al pueblo. En fin.

Mis razones son las mías, no las de los demás...

Jaime Aguirán dijo...

La objetividad es una mentira más inventada por el hombre para justificar su acción y elevarla a la categoría de verdad absoluta. Yo me sitúo con la visión que tiene la autora del texto. No sé si tengo razón, pero entre los que gobiernan, ponen bombas o vociferan en trono a la política para hacer política, me sitúo fuera de ese círculo y busco mi camino con otras personas como yo.

Anónimo dijo...

"Esta oración es falsa"
"Todas las generalizaciones son malas"

"La verdad absoluta no existe"... Si eso es cierto, esa frase es falsa, ergo... ad infinitum.

¿Es esto una utopía?
http://www.erespoderoso.org/debatedelmes.asp?textocompleto=si

Está claro que lo que apoyamos es lo mejor.

¿Existe la subjetividad, pero no la objetividad? Otra cosa es que la objetividad sea inalcanzable o incomprensible.

¿Personas como tú? Ni clonándolas, por desgracia ;p

Un saludico.