Me gusta el fútbol. Me gusta hablar sobre fútbol. Me gustaría escribir una “Historia del Fútbol”. Me hubiera gustado asistir a un partido en el viejo Wembley. Lo sé. No resulta muy intelectual decir que me gusta el fútbol, pero es que no hay nada que más me hastíe que los intelectuales y opinadores profesionales . ¡Que se mueran los intelectuales que abominan del fútbol! Fútbol, fútbol, fútbol...
El primer partido que recuerda mi memoria es el 12 – 1 a Malta. Pero el partido más extraordinario que he vivido fue la final de la Recopa de Europa entre mi Real Zaragoza y el que era vigente campeón de la competición – Arsenal – en 1995. Aquel partido no fue el de mejor juego que yo haya podido ver, pero su tensión, la sensación de vivir un partido tan importante, y el agónico e impresionante final, con el gol de Nayim – uno de los mejores de la historia del fútbol – , lo hacen imborrable.
Las críticas hacia el fútbol me resultan pedestres, superficiales y poco inteligentes, como los personajes que las esgrimen. Una primera crítica incide en que es un negocio. A ello respondo que comprar un libro también beneficia a alguien que hace negocio, lo mismo que ir al teatro o al cine, al ballet o ir a una exposición sobre arte abstracto – del que me abstengo de hacer comentario –. Si todas las cosas que merecen la pena en este mundo son moralmente censurables porque están mercantilizadas, lo mejor será irse a vivir a la Antártida. Luego está la crítica procedente de los sesudos intelectuales progresistas e izquierdistas. Sí, esos que se emocionan cuando ven en un telediario a Castro, Chávez y Evo Morales reunidos, y echan pestes de la gente porque no vota lo que tiene que votar, y por ello es tonta. Pues esos dicen pomposamente que el fútbol cumple una función adocenadora, idiotizante. Yo creo que nadie inteligente se vuelve imbécil por ver un partido, ni por ver la televisión. El tonto lo es por vocación. Tonto es el que hace tonterías, como tirar bengalas en un campo de fútbol, ser de un grupo ultra, pero también lo son aquellos que hacen cosas como decir que Milósevich era de izquierdas, que Castro es un compañero revolucionario, desnudarse para reivindicar un carril bici o la tasa TOBIN, o quemar una papelera porque se está muy concienciado de la situación en el tercer mundo.
Me gusta este deporte porque no está sujeto a la dictadura de la inversión. Me explico. Hay deportes en los que la inversión económica, tecnológica y médica crea campeones. Es el caso del atletismo, la natación, etc. Pero en el caso del fútbol eso no es suficiente, porque de serlo, Alemania siempre sería la campeona. Y sin embargo un Maradona nace en un barrio periférico de Buenos Aires, Pelé igual, Ronaldinho, Zidane. Y contra esto no hay nada que hacer. En el fútbol el más débil puede ganar.
Jugar un partido con los amigos, un placer inigualable. Y al terminar, cansados y sudados, invadir un bar para tomar unas cervezas. Pero ¿alguien puede estar en contra de esto? No hay nada más triste que ver un partido solo. El fútbol se disfruta en grupo, con los demás, en compañía. Y solo por eso merece la pena. Es un acto colectivo, tanto verlo como jugarlo. ¡Viva el fútbol!
2 comentarios:
Pues hablando de Nayim... el otro día estuve hablando con él; resulta que lo confundí con un alumno que tuve. Claro, ahora entiendo la cara que me ponía; de haber sido alumno mío, realmente creo que me habría puesto otra cara.
Aún intentando hacer un esfuerzo sobre humano no consigo ver en el fútbol nada que me interese realmente, pero tus argumentos me hacen dejar mi comentario en este punto. No quiero pecar de "intelectualoide", el fútbol ni me gusta ni me interesa, y ya está.
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