Siento un profundo rechazo por la parafernalia militarista. Esta rechazo está profundamente meditado y está basado en unos principios que trato de hacer vivir en mi vida. No me gusta la exaltación de la muerte. Por que al final es esto lo que se celebra.
Creo en la libertad, el bien comúnmente elegido entre todos (nunca impuesto por minorías), la solidaridad, el amor y la ternura. Por eso rechazo los ejercitos, que son concentrados de violencia dispuesta a ser desatada tanto en el interior del ejército, como en contra de la sociedad a la que dicen proteger, o hacia un país extranjero.
Los ejércitos son el brazo armado de los Estados, son los que hacen las guerras. Me hace mucha gracia que personas normales se crean y hagan propio el discurso del Estado y de los ejércitos, según el cual, estos también ejercen un papel pacificador y de protección hacia la sociedad. Es un discurso falso, propaganda reaccionaria.
Quien elige ser militar elige estar dispuesto a matar. Defender con falsos razonamientos propagandísticos es una grave muestra de enfermedad ética en el seno de la sociedad. Resulta descorazonador.
Mi padre jamás me ha dicho cómo tengo que pensar. Es un hombre tranquilo, para nada ideologizado. Es una persona bastante normal. Se alegraría mucho si este verano España gana la Eurocopa, y es del Real Madrid. Vamos, que no es sospechoso de ser un social revolucionario. Pero cuando yo tenía diez años me explicó que cuando hizo la mili en los años sesenta, un oficial le propuso que al terminar su servicio entrara en la Policía Nacional. Mi padre le dijo que tenía previsto empezar a trabajar en una fábrica. Mi padre me dijo que no quiso seguir ese consejo porque él no necesita llevar un arma para ser alguien. Fue una gran enseñanza.
A mí no me defienden las Fuerzas Armadas españolas. Me defiendo yo, y los que me quieren, y los que, aun sin conocerme, me defenderían si fuera agredido. A mí me defienden las buenas personas. No las que para ser alguien tienen que revestirse de una autoridad derivada del ejercicio de la violencia en nombre del Estado.
En las guerras se cometen las peores atrocidades, y siempre las cometen los ejércitos. Pero cuando se trata de buscar responsabilidades, jamás se depuran, porque al final, cada acción, cada crímen es cometido por orden de alguien situado más arriba en el escalafón. "Yo solo cumplía órdenes". El ser un irresponsable de lo que uno hace, un mero brazo ejecutor, sin conciencia, nada más que para acatar órdenes, es lo que fomentan los ejércitos y el Estado. "Claro, pero a veces lanzan sacos de arroz en Somalia". Ridículo, ¿verdad?
Conocí a una persona que estuvo destinado en Mostar en plena guerra de Bosnia. Su relato me sirvió para desconfiar de las misiones humanitarias. Los cascos azules iban a los mismos prostíbulos que los paramilitares serbo-bosnios, se invitaban a rondas de whisky. Y hacían cosas muy feas a las mujeres con total impunidad. Así que nadie me venga con la función pacificadora de las Fuerzas Armadas, porque no me la creo. Allí donde hay un ejército, hay violencia e inseguridad. Y eso es una verdad. No es una opinión. Dejémonos de opinar alegremente si no hemos salido de casa. Aunque para opinar solo hace falta ver los telediarios y leer un poquito, solo un poquito, la prensa. Y tener muy claros los principios, e intentar ser coherente.
Por eso me repugnan los actos de exaltación militarista y patriótica que va a tener lugar este fin de semana en Zaragoza. Y los que participen de ello deben saber que es una fiesta de violencia y muerte.
1 comentario:
Viendo este desfile por TV, pensé que estas imágenes pertenecían a otro tiempo, que estas cosas no pueden ser posibles en esta época. El enorme gasto que se hizo en este desfile se podría haber invertido en obras humanitarias reales.
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