«Kroke» es el nombre hebreo de la ciudad polaca de Cracovia, que hasta 1939 fue uno de los centros más importantes de la vida cultural judía en Europa. Kroke también es el mejor grupo musical europeo de la actualidad.
Con una viola, un acordeón y un contrabajo, mas un sabio y controlado uso de la tecnología, sintetizan una mezcla de antigüedad y modernidad que solo saben crear aquellos músicos capaces de llevar la música de la que parten hacia lugares nunca explorados, pero coherentes con sus raíces – la música klezmer de los judíos del este de Europa –. Frente a banales “fusiones” basadas en un jazz o un rock descafeinados, Kroke evoluciona su música bajo las coordenadas de la mística atmósfera de Kazimierz – el barrio judío de Cracovia – , la inalterable dignidad de una tradición que sigue viva después de seiscientos años, sus reflexiones sobre los sufrimientos del pasado, sobre el presente, la esperanza y la confianza en el ser humano, junto a un esfuerzo creativo común. Su carácter fronterizo integra el cosmopolitismo de la música contemporánea con el espíritu milenario de sus antepasados. En ellos podemos escuchar el dolor del pueblo errante y la esperanza de un mundo nuevo. Sus voces, usadas como si de un instrumento vocal se tratara, sin pronunciar una palabra, nos transmiten un sentimiento que expresa todo lo que necesitamos comprender.
Pese a lo alejado de su estética, poseen un poder creativo que solo los mejores Pink Floyd han sido capaces de transmitirme. Síntesis de las mejores esencias europeas, representan un eslabón entre lo que hemos sido y lo que podemos ser. Hablar de su música me emociona y escucharlos me descubrió un cierto significado de lo profundo, lo bello y lo poderoso.
Con una viola, un acordeón y un contrabajo, mas un sabio y controlado uso de la tecnología, sintetizan una mezcla de antigüedad y modernidad que solo saben crear aquellos músicos capaces de llevar la música de la que parten hacia lugares nunca explorados, pero coherentes con sus raíces – la música klezmer de los judíos del este de Europa –. Frente a banales “fusiones” basadas en un jazz o un rock descafeinados, Kroke evoluciona su música bajo las coordenadas de la mística atmósfera de Kazimierz – el barrio judío de Cracovia – , la inalterable dignidad de una tradición que sigue viva después de seiscientos años, sus reflexiones sobre los sufrimientos del pasado, sobre el presente, la esperanza y la confianza en el ser humano, junto a un esfuerzo creativo común. Su carácter fronterizo integra el cosmopolitismo de la música contemporánea con el espíritu milenario de sus antepasados. En ellos podemos escuchar el dolor del pueblo errante y la esperanza de un mundo nuevo. Sus voces, usadas como si de un instrumento vocal se tratara, sin pronunciar una palabra, nos transmiten un sentimiento que expresa todo lo que necesitamos comprender.
Pese a lo alejado de su estética, poseen un poder creativo que solo los mejores Pink Floyd han sido capaces de transmitirme. Síntesis de las mejores esencias europeas, representan un eslabón entre lo que hemos sido y lo que podemos ser. Hablar de su música me emociona y escucharlos me descubrió un cierto significado de lo profundo, lo bello y lo poderoso.
Su discografía está compuesta por los siguientes CD´s: Trio (1996), Eden (1997), Live at the Pit (1998), The Sounds of the vanishing world (1999), Time (2001), Ten pieces to save the world (2003), East meets East (2003) y Quartet. Live at home (2004). Pronto nos regalarán una nueva joya en forma de CD.
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