He encontrado esta joya en La Fiera Literaria. Está escrito por M. Asensio Moreno. Para disfrutar del muy saludable ejercicio de poner en su sitio a los engreidos, prepotentes, desconocedores absolutos de una mínima noción de modestia, ceporros que se creen con autoridad para vomitar sus exabruptos y creer que no van a recibir respuesta. Pérez es, a mi juicio, uno de estos especímenes, además de un nefasto escritor -si es que así lo podemos calificar-. A disfrutar.
Pérez Reverte, un cateto envanecido
Una entrañable suscriptora, profesora de literatura y bibliotecaria, nos envía un artículo de Arturo Pérez Reverte, acompañado de la siguiente carta:
«Queridos fieras: entre los numerosos mensajes que me encuentro a mi regreso de Praga (ciudad encantadora que ha superado todas mis expectativas, y donde se palpa en cada piedra la cultura europea de un pueblo que supo estar a la altura del progreso sin tropezar con la misma piedra con la que tropiezan los incultos, es decir, sin violencia, con una revolución-evolución progresista llamada de "terciopelo"), me encuentro con este texto de Pérez Reverte que no tiene "desperdicio". No sólo se palpa en él su mala redacción, algo por desgracia muy habitual desde que los "periodistas" se han vuelto "escritores", a diferencia de los verdaderos escritores que se ganaban el pan ejerciendo como periodistas más o menos eventualmente, sino también su ignorancia. Os lo brindo para " La Fiera ", un descargue más contra el "reportero audaz", escritor de medio pelo. ¡Qué os voy a contar que ya no sepáis!
Un fuerte abrazo de vuestra amiga "forever", M. P.»
El artículo se titula Aragón también existe y, desde el principio hasta el fin, expele ese patriotismo testicular que Pérez escupe de forma tan desagradable, entre insultos y descalificaciones de todo el que no está de acuerdo con él ni le alaba. En este artículo, los historiadores que no tienen en cuenta sus análisis de nacionalista experto, son tratados de “timadores y mangantes” que escriben desde “la ignorancia, la manipulación y la mala fe”, además de “mierdecillas, vendidos, mentecatos e interesados”, “asfixiados por la perra política, oportunistas, manipuladores y mercachifles”, que han convertido a España “en una piltrafa y en una casa de putas insolidaria y estulta”. ¡Válgame Dios y su divina Madre en su advocación de la Bien Aparecida ! Menos mal que no soy historiador. Encontrándome, como me encuentro, en horas bajas, no sé lo que hubiera podido pasarme. Pérez no conoce otra manera de expresarse, únicamente la chulesca, a la que le ha llevado el engreimiento propiciado por unos ignorantes, que lo han considerado escritor y hasta le han dedicado congresos y llevado a la Academia. La Españeta es así y, los españetoles, dignos hijos de su madre. Conservo un recorte con una entrevista a Pérez, en que éste Alatriste, convertido en Alalegre desde que lo embalsamaron en la Universidad de Murcia, ruega a una periodista –por dos veces-- que no le toque los cojones, y eso después de llamarla tonta y ella aceptarlo con una sonrisa, porque Pérez toca, pero él es, en opinión de de sus devotos, intocable.
No es de extrañar que cuando algún inepto o inepta se le acerca genuflexo y babeante, se le hinche el ego, se le haga el culo naranjada y la emprenda a su mal estilo con quien ese día no le haya dicho lo machote que es. Como ocurrió con el agudo crítico independiente Rafael Reig, que osó referirse a su (de Pérez) “patriotismo testicular”, que es evidente. El Gran Capitán le concedió, vía la reverente Nuria Azancot, en El Cultural del 25-1-2007, los nombramientos de “cantamañanas”, “novelista frustrado” y “perpetrador de bajezas semanales para ganarse el pan”. Esta última y repulsivamente clasista frase, propia de un señorito, hace pensar que lo que Pérez se gana es, por lo menos, el jamón de pata negra y el caviar, que adquirirá al por mayor, como buen nuevo rico. Con su mentalidad de tal, a continuación esgrime sus principales argumentos, de los que hasta su tía Encarnación está hasta las bambalinas: los muchos lectores que tiene, los muchos libros que vende y el dineral que gana.
Hoy me siento generoso y voy a descender hasta el nivel mental de este capullo. ¿Quiénes son sus lectores, Alatriste? ¿A quién le vende usted los libros? ¡A los analfabetos que se guían por Babelia, El Cultural y el ABC de las Letras, y que son incapaces de comprender la auténtica literatura! A los nietos y biznietos de los habitantes de aquella España zaragatera y triste de que habló Machado. A quienes ignoran el salto que, desde el punto de vista de la estética literaria y el pensamiento, dio la novela en el siglo XX.
Por otra parte, ¿qué es para usted “un novelista frustrado”? En la línea de pensamiento en que me vengo moviendo, hasta usted debería comprender que para mí lo es, por ejemplo, uno que quisiera ser novelista a principios del siglo XXI y lo hiciera imitando a los entreguistas de hace dos siglos, sino que sin la frescura y autenticidad que ellos poseían, porque lo eran auténticamente y en su momento.
Atienda, le voy a explicar (lo hago por su bien, a ver si se cura de esa chulería tan pedestre y que tan incómoda tiene que ser para sus allegados): en cualquier arte -y la novela, después de Joyce, Proust, Woolf, Faulkner, Kafka, Musil, Svevo, Mann, Hesse, Pavese, Pratolini, Kazantzaki, Dos Passos, Fitgerald, etc., Rojas, Ferreras, Bosch, Risco, Cabot, Acquaroni, Torrente, Cunqueiro, etc. lo es- el primer mandamiento es no hacer lo que ya se ha hecho. Los pastiches como los suyos siempre han merecido la repulsa de quienes aman la literatura y aprecian, por tanto, la literariedad. Porque usted, no se engañe, no hace novelas históricas, en el sentido estético e historiográfico de la expresión. Sus obras no se alinean con Los idus de marzo, Memorias de Adriano, Dios ha nacido en el exilio, La muerte de Virgilio, Todos los hombres son mortales , etc., en las que sus autores, como en obras dramáticas como Calígula, parten de un suceso o un personaje histórico para especular sobre la realidad del mundo, los sentimientos y los valores. Usted cuenta historietas de capa y espada, de piratas y de navegantes –un subgénero--, a imitación de las de Alejandro Dumas, Fernández y González y otros autores del XIX, para satisfacer paladares poco finos, para colmo estragados por los críticos y, parece mentira, los profesores de literatura. De crónica retrospectiva –plúmbea por lo excesivamente documentada y libresca-- se puede titular lo que usted hace.
Y es que, casi lo he dicho, unos cuantos críticos literarios españoles –más o menos todos, para ser preciso-, para quienes me bastaría emplear los calificativos de ignorantes, incompetentes, vendidos a la industria cultural y pelotas congénitos-- han hecho creer a Pérez que es lo que no es ni será nunca: un escritor, un novelista y, para mayor infamia –José Belmonte, Juan Marsé, Pozuelo Yvancos, Sanz Villanueva, Ayala Dip, Conte, Darío Villanueva, García Posada, Juristo, García Jambrina, Basanta, Mainer, etc.- renovador del género narrativo. -¡Renovador! Es para darse de baja-- y Pérez ha confundido marketing con valores y se ha puesto gallito, como un murciano o un mexicano borracho. Insisto: son esos críticos y profesores los culpables de que un don nadie, literariamente hablando, se pasee por el mercado de la novela –mercado, sí, no parnaso ni museo-, como si fuera, en lugar de un epígono de los braceros de la pluma más obsoletos, el director de la orquesta y el descubridor de algo.
Que Pérez escriba, en el arranque del siglo XXI, novelas decimonónicas –y malas-- y desprecie, como desprecia, la gran novela del XX –la novela de ideas, la novela de valores estéticos, la novela con mensaje, la novela comprometida, en fin, aquella mediante la cual los novelistas expresaban una concepción del mundo y una teoría literaria-- es cosa para tenerle lástima, aunque no para condenarlo a galeras. Pero que unos críticos, que además son profesores universitarios, lo entronicen por ello, lo nombren académico y digan de él que es un genio, es para descalificarlos de por vida. Se ha llegado a decir, como apunté hace unas líneas, por boca y pluma de Juan Marsé -un novelista rudo e igualmente sobrevalorado, aunque mucho mejor narrador que Pérez--, de José Belmonte, de Darío Villanueva, de Mainer, de Conte y de todos los demás antes nombrados, que el espadachín literario ¡ha renovado el género novelístico! Sería como el restaurante que pretendiera “renovar” la cocina ofreciendo en su carta duelos y quebrantos. Pero hoy no voy a por los críticos, tiempo habrá, sino a por Pérez y al hecho de que se lo haya creído y se haya convertido en ese jactancioso insoportable que, vestido de d'Artagnan, pontifica sobre el género literario más abarcador e interesante, casi diría que más intelectual, con “razonamientos” que sólo pueden surgir de la ignorancia y que sonrojarían hasta al gato con botas, su pariente.
«Queridos fieras: entre los numerosos mensajes que me encuentro a mi regreso de Praga (ciudad encantadora que ha superado todas mis expectativas, y donde se palpa en cada piedra la cultura europea de un pueblo que supo estar a la altura del progreso sin tropezar con la misma piedra con la que tropiezan los incultos, es decir, sin violencia, con una revolución-evolución progresista llamada de "terciopelo"), me encuentro con este texto de Pérez Reverte que no tiene "desperdicio". No sólo se palpa en él su mala redacción, algo por desgracia muy habitual desde que los "periodistas" se han vuelto "escritores", a diferencia de los verdaderos escritores que se ganaban el pan ejerciendo como periodistas más o menos eventualmente, sino también su ignorancia. Os lo brindo para " La Fiera ", un descargue más contra el "reportero audaz", escritor de medio pelo. ¡Qué os voy a contar que ya no sepáis!
Un fuerte abrazo de vuestra amiga "forever", M. P.»
El artículo se titula Aragón también existe y, desde el principio hasta el fin, expele ese patriotismo testicular que Pérez escupe de forma tan desagradable, entre insultos y descalificaciones de todo el que no está de acuerdo con él ni le alaba. En este artículo, los historiadores que no tienen en cuenta sus análisis de nacionalista experto, son tratados de “timadores y mangantes” que escriben desde “la ignorancia, la manipulación y la mala fe”, además de “mierdecillas, vendidos, mentecatos e interesados”, “asfixiados por la perra política, oportunistas, manipuladores y mercachifles”, que han convertido a España “en una piltrafa y en una casa de putas insolidaria y estulta”. ¡Válgame Dios y su divina Madre en su advocación de la Bien Aparecida ! Menos mal que no soy historiador. Encontrándome, como me encuentro, en horas bajas, no sé lo que hubiera podido pasarme. Pérez no conoce otra manera de expresarse, únicamente la chulesca, a la que le ha llevado el engreimiento propiciado por unos ignorantes, que lo han considerado escritor y hasta le han dedicado congresos y llevado a la Academia. La Españeta es así y, los españetoles, dignos hijos de su madre. Conservo un recorte con una entrevista a Pérez, en que éste Alatriste, convertido en Alalegre desde que lo embalsamaron en la Universidad de Murcia, ruega a una periodista –por dos veces-- que no le toque los cojones, y eso después de llamarla tonta y ella aceptarlo con una sonrisa, porque Pérez toca, pero él es, en opinión de de sus devotos, intocable.
No es de extrañar que cuando algún inepto o inepta se le acerca genuflexo y babeante, se le hinche el ego, se le haga el culo naranjada y la emprenda a su mal estilo con quien ese día no le haya dicho lo machote que es. Como ocurrió con el agudo crítico independiente Rafael Reig, que osó referirse a su (de Pérez) “patriotismo testicular”, que es evidente. El Gran Capitán le concedió, vía la reverente Nuria Azancot, en El Cultural del 25-1-2007, los nombramientos de “cantamañanas”, “novelista frustrado” y “perpetrador de bajezas semanales para ganarse el pan”. Esta última y repulsivamente clasista frase, propia de un señorito, hace pensar que lo que Pérez se gana es, por lo menos, el jamón de pata negra y el caviar, que adquirirá al por mayor, como buen nuevo rico. Con su mentalidad de tal, a continuación esgrime sus principales argumentos, de los que hasta su tía Encarnación está hasta las bambalinas: los muchos lectores que tiene, los muchos libros que vende y el dineral que gana.
Hoy me siento generoso y voy a descender hasta el nivel mental de este capullo. ¿Quiénes son sus lectores, Alatriste? ¿A quién le vende usted los libros? ¡A los analfabetos que se guían por Babelia, El Cultural y el ABC de las Letras, y que son incapaces de comprender la auténtica literatura! A los nietos y biznietos de los habitantes de aquella España zaragatera y triste de que habló Machado. A quienes ignoran el salto que, desde el punto de vista de la estética literaria y el pensamiento, dio la novela en el siglo XX.
Por otra parte, ¿qué es para usted “un novelista frustrado”? En la línea de pensamiento en que me vengo moviendo, hasta usted debería comprender que para mí lo es, por ejemplo, uno que quisiera ser novelista a principios del siglo XXI y lo hiciera imitando a los entreguistas de hace dos siglos, sino que sin la frescura y autenticidad que ellos poseían, porque lo eran auténticamente y en su momento.
Atienda, le voy a explicar (lo hago por su bien, a ver si se cura de esa chulería tan pedestre y que tan incómoda tiene que ser para sus allegados): en cualquier arte -y la novela, después de Joyce, Proust, Woolf, Faulkner, Kafka, Musil, Svevo, Mann, Hesse, Pavese, Pratolini, Kazantzaki, Dos Passos, Fitgerald, etc., Rojas, Ferreras, Bosch, Risco, Cabot, Acquaroni, Torrente, Cunqueiro, etc. lo es- el primer mandamiento es no hacer lo que ya se ha hecho. Los pastiches como los suyos siempre han merecido la repulsa de quienes aman la literatura y aprecian, por tanto, la literariedad. Porque usted, no se engañe, no hace novelas históricas, en el sentido estético e historiográfico de la expresión. Sus obras no se alinean con Los idus de marzo, Memorias de Adriano, Dios ha nacido en el exilio, La muerte de Virgilio, Todos los hombres son mortales , etc., en las que sus autores, como en obras dramáticas como Calígula, parten de un suceso o un personaje histórico para especular sobre la realidad del mundo, los sentimientos y los valores. Usted cuenta historietas de capa y espada, de piratas y de navegantes –un subgénero--, a imitación de las de Alejandro Dumas, Fernández y González y otros autores del XIX, para satisfacer paladares poco finos, para colmo estragados por los críticos y, parece mentira, los profesores de literatura. De crónica retrospectiva –plúmbea por lo excesivamente documentada y libresca-- se puede titular lo que usted hace.
Y es que, casi lo he dicho, unos cuantos críticos literarios españoles –más o menos todos, para ser preciso-, para quienes me bastaría emplear los calificativos de ignorantes, incompetentes, vendidos a la industria cultural y pelotas congénitos-- han hecho creer a Pérez que es lo que no es ni será nunca: un escritor, un novelista y, para mayor infamia –José Belmonte, Juan Marsé, Pozuelo Yvancos, Sanz Villanueva, Ayala Dip, Conte, Darío Villanueva, García Posada, Juristo, García Jambrina, Basanta, Mainer, etc.- renovador del género narrativo. -¡Renovador! Es para darse de baja-- y Pérez ha confundido marketing con valores y se ha puesto gallito, como un murciano o un mexicano borracho. Insisto: son esos críticos y profesores los culpables de que un don nadie, literariamente hablando, se pasee por el mercado de la novela –mercado, sí, no parnaso ni museo-, como si fuera, en lugar de un epígono de los braceros de la pluma más obsoletos, el director de la orquesta y el descubridor de algo.
Que Pérez escriba, en el arranque del siglo XXI, novelas decimonónicas –y malas-- y desprecie, como desprecia, la gran novela del XX –la novela de ideas, la novela de valores estéticos, la novela con mensaje, la novela comprometida, en fin, aquella mediante la cual los novelistas expresaban una concepción del mundo y una teoría literaria-- es cosa para tenerle lástima, aunque no para condenarlo a galeras. Pero que unos críticos, que además son profesores universitarios, lo entronicen por ello, lo nombren académico y digan de él que es un genio, es para descalificarlos de por vida. Se ha llegado a decir, como apunté hace unas líneas, por boca y pluma de Juan Marsé -un novelista rudo e igualmente sobrevalorado, aunque mucho mejor narrador que Pérez--, de José Belmonte, de Darío Villanueva, de Mainer, de Conte y de todos los demás antes nombrados, que el espadachín literario ¡ha renovado el género novelístico! Sería como el restaurante que pretendiera “renovar” la cocina ofreciendo en su carta duelos y quebrantos. Pero hoy no voy a por los críticos, tiempo habrá, sino a por Pérez y al hecho de que se lo haya creído y se haya convertido en ese jactancioso insoportable que, vestido de d'Artagnan, pontifica sobre el género literario más abarcador e interesante, casi diría que más intelectual, con “razonamientos” que sólo pueden surgir de la ignorancia y que sonrojarían hasta al gato con botas, su pariente.
M. Asensio Moreno
1 comentario:
Tan sólo comentarte la existencia de este blog.
http://lectoriracundo.blogspot.com
Y en particular:
Crítica acompasada del discurso de ingreso de Javier Marías Franco en la Real Academia Española.
Bochornosa Breda. Crítica acompasada de El sol de Breda (Arturo Pérez Reverte, Editorial Alfaguara).
Ojos azul billete, crítica acompasada de Ojos azules, de Arturo Pérez Reverte (Editorial Seix Barral).
Autopista al infierno, crítica acompasada de Esperadme en el cielo, de Maruja Torres (Premio Nadal 2009, Ediciones Destino).
Hablar con el rabo, crítica acompasada de El habla de un bravo del siglo XVII, discurso de ingreso a la Real Academia Española de Arturo Pérez Reverte.
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